Para completar una canción además del beat se requieren de voces rapeadas, para lo cual a fines de la década de 1980 y todo la de 1990 era usual registrar el rap con el micrófono que tenían los radiocasetes. A la vez, en algunos casos se grababan las voces o incluso los scratch de los DJ u otros instrumentos (bajos, teclados o baterías) en salas de ensayo equipadas con mesas de sonido. En ellas se registraba en casete múltiples pistas, como el caso de la maqueta Arma Calibrada de Tiro de Gracia de fines de 1993. Algunos –como lo relatado por Álvaro Neumann para JF2 o José Cornejo (Frekuente) de Frecuencia Rebelde hablando de DJ Raff– dispusieron de porta estudios como los de la marca TASCAM que en sus distintas versiones –en general de 2 o 4 entradas– permitían, además de grabar directamente a casete, ecualizar los canales.
Hay que destacar que los métodos de registro, ya sea con un equipo casero, con una porta estudio o en una sala de ensayo, usualmente se realizaban en una “sola toma”, “de un tirón”, la canción completa sin frenar. Esto instaba a las y los raperos a no equivocarse o a hacerlo lo menos posible, pues no se podía volver atrás. De este modo, era grabar y luego elegir la que había quedado mejor. Incluso al registrar voces de distintos raperos comúnmente lo hacían en la misma toma: “nos pasábamos el micrófono”, señalaron algunos.
Luego, sea cual sea el método de producción de beats y grabación de voces o instrumentos, los casetes fueron claves para distribuir lo realizado, algo hecho por los mismos artistas, sellos independientes o por cualquiera que dispusiera de una radio doble casete. Al respecto, Oscar Manzano (M5D) relató como distribuyeron las producciones del grupo Calambre luego de tener lista la maqueta de su primer álbum:
Nuestro siguiente plan fue comprar casetes vírgenes. Yo hice una secuencia con los temas del disco y grabábamos. Compramos un equipo en el [mercado persa] Bio-Bio para grabar casete. Entonces dejábamos grabando ahí, grabábamos diez casetes, veinte casetes. Salíamos con los casetes a las tocatas, los regalábamos a la gente que nosotros pensábamos que podía difundir mejor nuestra música o se lo regalábamos a cualquiera que veíamos vestida de rapero en la calle[1].
Calambre se asoció con Kalimba Record para el lanzamiento de su disco Avanza, quienes distribuyeron el álbum. Por su lado, los dueños de este sello independiente eran los responsables de la revista Kultura Hip-Hop y una tienda del mismo nombre ubicada en Eurocentro, una galería comercial en el corazón de Santiago. Estos emprendimientos fueron relevantes para la distribución de maquetas de grupos de rap gracias, por un lado, a una red de contactos de puestos (negocios) en ferias artesanales que tenía Mariela Oyarzún derivado de su anterior trabajo de diseñadora de afiches y revistas, y, por otro, el entusiasmo de su pareja de aquel entonces y fanático del rap Marchelo Lopehandía. La revista incluía un casete que compilaba variadas canciones enviadas por muchísimos grupos emergentes, objetos que fueron expandiéndose por el territorio nacional en una suerte de viralización analógica.
Por cierto, las copias piratas de estos y otros registros eran pasadas mano a mano entre raperos. Panteras Negras, La Pozze Latina, Tiro de Gracia, Makiza, Rezonancia, SQB, Frecuencia Rebelde, Los Brujoz, Arte Hurbano o Trovadores Tales eran sólo algunos de los grupos intercambiados. Así, ya sean discos grabados por sellos independientes –como Alerce–, por multinacionales –BMG, EMI o Sony–, realizados de forma autogestiva, incluso grabaciones de recitales en vivo o presentaciones en la radio eran copiados a mansalva por fanáticos del rap. Sobre este último punto Julio Montenegro (Crea), señaló como algunas personas:
Dejaban las grabadoras puestas en los parlantes y de ahí ese tema se distribuía. Era una wea que sonaba horrible pero a la gente le gustaba caleta [mucho]… estaba grabado como en un huracán, se escuchaba mucho aire… Me acuerdo que había un casete con Makiza, el Scooby, un tema mío y unos temas de Resonancia. Parece que lo habían grabado en la misma tocata, y ese demo dio vueltas por caleta [muchos] de lados[2].
Además de circular entre personas particulares, en los colegios y las plazas, los casetes también eran distribuidos en estos espacios de reunión. Sobre aquello, desde mitad de la década de 1990 se destacó la explanada de la Estación Mapocho como un nicho para la práctica de los distintos elementos del hip-hop y el intercambio de materiales.
Por último, el casete fue un objeto relevante para las presentaciones en vivo en recitales, ya que ahí se reproducían las instrumentales sobre las que raperos y raperas cantaban. En ese sentido Jaime “Jimmy” Fernández nos cuenta que previamente a la grabación de CD o el uso de mini-disc “tenías un casete bien grabadito de esos de metal [cromo][3], que ponías play y de ahí tiraban la pista para que los MC cantaran[4]”. Por su lado, Rodrigo Cavieres, quien tenía una banda con un conjunto de músicos (Enigma Oculto) cuenta como a veces no iba con todos los participantes (bajo, batería, teclado y DJ) a tocar sino que reproducía las instrumentales en casete: “de repente fuimos la Mística y yo, los dos [cantantes] nomás, con casete. Fuimos varios años los 29 de marzo a tocar a la Villa Francia, fuimos a tocar a tomas, universidades, a todo donde había[5]”. Darle play a un casete era más sencillo que movilizar a un conjunto de músicos con sus respectivos instrumentos, al tiempo que ahorraba el trabajo de pruebas de sonido y los riesgos asociados a ellas (falta de técnicos de sonidos, cables en mal estado, problemas de espacio, etcétera).
[1] Óscar Manzano, entrevista con los autores, Santiago de Chile, 25 de enero de 2022.
[2] Julio Montenegro, entrevista con los autores, Santiago de Chile, 4 de febrero de 2022.
[3] Tipo de cinta magnética con mayor fidelidad y durabilidad que las comunes.
[4] Jaime Fernández, entrevista con los autores, Santiago de Chile, 29 de noviembre de 2021.
[5] Rodrigo Cavieres, entrevista con los autores, Santiago de Chile, 27 de febrero de 2022.